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miércoles, 9 de marzo de 2011

Eleva tu autoestima

 
     En el último rincón de las oficinas de una empresa, había un escritorio lleno de papeles. Sergio era el encargado de clasificarlos y archivarlos. Llevaba veinte años en ese mismo puesto, gris y olvidado, insatisfecho y triste. Estaba ahí, simplemente, por que él pensaba que no tenía lo necesario  para progresar, que había obtenido de la vida, exactamente lo que merecía.
     Desde su puesto en ese rincón, y mientras ordenaba sus papeles, Sergio observaba lo que ocurría a su alrededor, y muchas veces reflexionaba que algunos procesos de la empresa podrían mejorarse,  pero como nadie se había preocupado por pedirle  su opinión,  y él tampoco se atrevía a expresarla, permaneció en silencio guardándose  para sí el resultado de sus observaciones, pensando que no eran importantes después de todo.
     Cierto día, un nuevo director, joven y dinámico, llegó para hacerse cargo de la empresa. Sabía que ésta no funcionaba como era debido, así que decidió recorrerla para presenciar de primera mano como se hacían las cosas. Un secretario avanzaba detrás de él,  tomando notas de las sugerencias de los empleados. Hasta ahora, lo que había anotado en su libreta eran cosas como: “deberían de poner café caliente en cada piso”, o “deberían concedernos media hora más para comer”, o “necesitamos computadoras nuevas”.
     Al final de su recorrido, el nuevo director se sentía un poco perdido. Miró a su secretario, el cual movió la cabeza: no habían dado con nada que fuera realmente útil a la empresa.
     Cuando pasó por el escritorio donde estaba Sergio, ya de regreso a su oficina, el empleado se inclinó sobre sus papeles, con la esperanza de que el nuevo director no notara su presencia. Pensaba que seguramente sería despedido,  por que su labor no era realmente tan necesaria en la empresa, y podía ser fácilmente sustituido, a sus 48 años por alguien más joven.
     Pero el nuevo director sí lo vio y , deteniéndose ante su escritorio , preguntó:
-          ¿y usted como se llama y que hace?
-          Mi nombre es Sergio Ramos, y archivo papeles – contestó el empleado, con un hilo de voz.
     El secretario anotó el nombre en su lista.
-          ¿cuanto tiempo tiene en esta empresa? – volvió a inquirir el director.
-          Veinte años, señor – fue la tímida contestación.
     El director lo miró. Después, volteó la cabeza, observó a su alrededor y dijo:
-          ¿nunca se ha movido de este lugar?
-          No.
-          Desde aquí puede ver muchas cosas.
-          Si, efectivamente – respondió Sergio, extrañado del rumbo que tomaba la conversación.
-          ¿y que ha visto? – quiso saber el director.
     Sergio calló por unos momentos. Observó al director, que lo miraba amigablemente, con una sonrisa entre los labios. Y, por primera vez en muchos  años, se dio cuenta de que alguien quería escucharlo. Se sintió de pronto muy bien, y hablo con voz un poco más segura cuando respondió:
-          Pues que algunos procesos se tardan demasiado tiempo. Por ejemplo. Cuando llega una orden de compra, pasa a aquel departamento – dijo, señalando una esquina - , donde la revisan ; de ahí pasa a aquel departamento de allá, donde la programan; enseguida, aquella persona de más allá revisa de nuevo la orden, y se comunica con el área de surtidos para decirle que le van a llevar una orden; a su vez, el área de surtidos va reuniendo todo lo que la orden pide; el departamento de revisiones checa si está todo completo, remite la orden y el pedido para su aprobación. Éste lo lleva al área de embarque, donde el pedido permanece una semana, por que hay otros muchos pedidos atrasados. Todo el proceso lleva aproximadamente tres semanas, Es frecuente que el cliente ya no quiera el pedido cuando le llega, y creo que por eso estamos teniendo menos ventas.
     Sergio dijo lo anterior casi en un solo respiro.
     Guardó silencio cuando terminó y el director, impresionado, preguntó:
-          ¿y como cree usted que eso podría remediarse?
     Entonces Sergio dio una idea que se le había ocurrido hace años
-          Crear  un departamento central para surtir las órdenes, que coordine al área de surtidos, que programe los pedidos, y que agilice todo el proceso. Creo que podríamos reducir esas tres semanas a tres días.
     El director lo miró y, dándose vuelta, ordenó mientras se alejaba:
-          Venga a mi oficina por favor.
     Sergio sintió que el estómago se le iba a los pies. El directos iba a correrlo, seguro. ¿Por qué habría hablado? Ahora, perdería su trabajo, que era mísero, pero lo único que tenía, y a su edad, nadie querría emplearlo.
     Solos en la oficina (bueno con la presencia del  infaltable secretario) , el director le dijo :
-          Señor Ramos, usted es una persona que ha permanecido veinte años en su escritorio, lo cual es un desperdicio, porque tiene usted una mente aguda y creativa, y es muy buen observador. Desde este momento lo nombro gerente de operaciones, por que creo que nadie conoce esta empresa como usted. Dispondrá de oficina propia, todos los recursos y personal que necesite, y un sitio en el consejo directivo de la empresa. Su suelto será revisado y aumentado de acuerdo con su nueva responsabilidad. ¿acepta?
     No le preguntó: “¿cree que podrá hacerlo?”.  El director estaba seguro de que Sergio era capaz.
     Y así, ese hombre que había estado relegado dos décadas, con una autoestima por los suelos, se dio cuenta de que poseía grandes cualidades. Pero lejos de creerse, trabajó eficientemente y, en dos años, la empresa era líder en el mercado.

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